En la Internet de las Cosas (IoT), las máquinas hablan con la red y aportan datos importantes y útiles. Es un fenómeno que se extiende por todas partes.
Tomemos como ejemplo una casa –hasta ahora– ladrillos, cemento, tuberías, cables y ventanas. Pero con la IoT, nuestra vivienda será un ecosistema integrado y conectado. Sensores en las paredes detectarán humedades y avisarán para que lo podamos solucionar antes de que se convierta en un problema grave. Podremos controlar la seguridad la temperatura y el consumo de energía y agua desde una estación central. Las aplicaciones para los dispositivos conectados a la IoT son ilimitadas, sobre todo teniendo en cuenta los posibles usos de los datos.
Mike Wilmot, arquitecto de plataformas de datos en Microsoft, desarrolla software para facilitar el uso de dispositivos IoT. Es uno de los que mejor saben cómo la computación en la nube, que permite a las empresas subir datos y analizarlos, está revolucionando el uso de big data, los datos masivos. No solo permite acumular datos y tomar decisiones basadas en los resultados sino también prescindir de equipos y servidores; basta una conexión a Internet.
“La analítica de los datos masivos desde la nube permite realizar análisis en tiempo real”, explica Wilmot. “El hecho de que no haga falta tener una infraestructura propia es revolucionario”.
Un nuevo campo de juego
La industria minera es uno de los sectores que ya ha empezado a incorporar estos cambios por las claras ventajas que ofrecen. Bill McBeath, director de investigación de la consultora de investigación Chainlink Research, sigue desde hace unos años los cambios en el sector.
“En la minería, la IoT ha tenido más impacto en la seguridad y el costo de la mano de obra”, dice McBeath, “principalmente en el carguío y acarreo autónomo.
“Es una de las tecnologías más maduras, con una implantación muy amplia, e incide significativamente tanto en la seguridad como en los costos laborales”, afirma.
Con cientos de sensores instalados en el perímetro de los cargadores y camiones, los operadores pueden seguir los equipos en tiempo real desde un centro de mando remoto, monitorear las condiciones y controlar la velocidad, sin que haya nadie en la cabina.
“La seguridad aumenta al eliminar el cansancio y los errores del operador, y también al reducir el número de personas en la mina” explica McBeath. “El carguío y acarreo autónomo también permite una operación continua y optimizada, más predecible, las 24 horas del día, sin necesidad de descansos o cambios de turno”.
Algunas empresas quieren automatizar el proceso entero, desde la perforación hasta la entrega.
No se trata de sustituir empleados con máquinas, sino de desarrollar otro conjunto de competencias. En vez de tener a los empleados trabajando en la mina, los operadores pueden controlar toda la operación desde un centro situado a miles de kilómetros de distancia.
Lo máximo en mantenimiento
Otra gran ventaja es el mantenimiento predictivo. Anteriormente, las empresas mineras realizaban el mantenimiento en función de un programa fijo. Ahora, los sensores integrados en las máquinas pueden señalar cualquier problema potencial antes de que suceda, no solo mejorando la seguridad sino también ahorrando dinero en mantenimiento y reparaciones.
“A medida que esta mayor visibilidad se traduce en previsibilidad y optimización, será más fácil ver qué está pasando en las minas desde los centros de control”, dice McBeath. “A través del análisis y la mejora, se podrá lograr una mayor productividad. Ésa, al menos, parece ser la dirección que está tomando la minería”.
La industria minera está cambiando su forma de trabajar; organizaciones enteras se han abierto a las oportunidades que ofrece la IoT. Estamos al comienzo de un largo camino pero, a través de la innovación y atreviéndose a ser pioneras, las empresas ya están creando valor tanto para sus empleados como para sus clientes.
Texto: Francis Dignan
Foto: Louise Bååth